Ten vergüenza y no la des
arañando ferozmente la decencia.
No consumas bruscamente mi paciencia,
que no quiero hacer llover.
Al caimán ya le pasó
por llorar sin condiciones.
No despiertas emociones
y,
aunque no lo quieras ver,
se marchita lo qué tocas.
Tempestades de vinagre y acidez,
lo qué siembres lo recojas.