miércoles, 6 de noviembre de 2013

Bella durmiente


Nos contaron su historia
y al hacerlo se corrompía la verdad.

Desde esa aldea medieval,
de costumbres arcaicas, hermosos corceles y gente bañada en sudor,
se vislumbraba en la lejanía un esbelto torreón.

Allí se resguardaba una campesina de linaje azul,
con cabellos dorados, pijama de gasa.
No le faltaba tiempo para soñar, ni saliva para empapar la almohada.

Acudió, 
por la palabrería que profirió una tal "Hechicera",
un apuesto pagafantas con aires de galán
empuñando una afilada lanza.

Fue ese beso de limón el que le extirpó las legañas.

Mas enterarse de que ese tipo la iba a acompañar de por vida,
que la habitación en la que reposaba no estaba hecha a medida,
que lo que venía ahora iba a ser su pesadilla;
hizo que se suicidara.

Ese fue su final.
Ella no quería dejar de soñar; ella no pidió que la despertaran.